miércoles, 21 de agosto de 2013

Hoy escuché a un pájaro ladrar.

viernes, 2 de agosto de 2013

La odisea de la vida; la vida de la odisea.

Aquello que genera una historia, una trama -en la literatura, en el cine (e incluso, me aventuraré a afirmarlo:), en la música, etc.-son las circunstancias, lo aleatorio e ilógico, lo incompresible, lo que ni siquiera se vislumbra, lo que se mueve solo. Aquello que genera la historia de la misma vida es el caos natural, la naturaleza que se mueve sin la lógica artificial del hombre, sin conciencia; lo circunstancial, lo que llamamos destino, o los dioses. O más bien, la lucha del hombre contra esto.

Desde qué el humano generó palabras para nombrar y hacer existir, surgió la identificación de sí mismo y de cada objeto o fenómeno. Y así, con el lenguaje, ha intentado "com-prender" lo que lo rodea; separándolo, designándolo, diferenciándolo con los elementos y características de su lengua (adjetivos, sustantivos, adverbios, etc). Sin embargo, somos un todo, una sola cosa que se mueve, para generar vida. La lengua aunada a la percepción ha inventado una distinción artificiosa, la conciencia.

Así, el hombre suele - a causa de lo que sus sentidos le proporcionan y del lenguaje - contar y separar las cosas que tienen un cuerpo. El hombre se considera a sí mismo como "uno", como "un hombre" en tanto que lo que delimita su piel es él mismo; en tanto que lo que piensa, dentro de su piel, dentro de su cabeza, le confirma esta unicidad (cabe destacar que todo cuanto piensa está condicionado a las características de su lengua).

Una vez que el hombre se concibe como una entidad distinta y única a todo cuanto no resida dentro de su piel, luchará contra el movimiento de la vida, contra las aleatorias (y desde nuestra perspectiva), absurdas, ilógicas e inesperadas circunstancias. Eso que algunos llaman destino, o dios o dioses.

Esa es la historia del hombre, esa es la historia de Odiseo, quien había decidido regresar a Itaca pronto y a quien el destino (la naturaleza, el todo, los dioses, las circunstancias) no le permitían su retorno. Tal vez el movimiento natural era no regresar a casa, o morir, pero él era un hombre.

Tal vez luchar contra los dioses, contra el destino, o lo que sea, es lo que nos hace más o menos hombres, o tal vez nos hace más estúpidos y nos lastimamos sin sentido alguno.

Las historias más profundas y grandes, aunque dolorosas o dramáticas, generalmente le ocurren a hombres testarudos con destinos, o movimientos naturales contrarios a sus pensamientos o impulsos. Y bien, puede ser que la naturaleza requiera o no de esta contracorriente, de estos adversarios. ¿Quién sabe? Yo por lo pronto soy muy cretino