jueves, 15 de diciembre de 2011

La mort, les évacuations du temps.
Une purge inconscient du cosmos,
Mouvement organique qui effraie
Le moi de chaque homme;
Artifice des mots.

Déjà mort, au présent, le souvenir est un déchet.
Temps de rappeler, temps d'aller au néant.

viernes, 4 de noviembre de 2011

V

Del más atroz y terrible esclavismo de contrarrestar la eternidad, hemos intentado bendecir, santificar y agradecer: la vida. Pero aún, más terrible, es la conciencia. Doble suplicio.

Hay, y, desde la aparición del hombre, ha habido cuestionamientos sobre la causa de la vida; los más ingenuos y con menos tiempo crearon religiones, los de ceso más amplio y con ocio, crearon la filosofía.

Pero hoy sé que la causa es un deseo, un deseo o necesidad de algo muy ajeno y diferente a nosotros: La exterminación de la eternidad con la creación del movimiento. Pues qué es nuestra estancia en el mundo, sino movimiento, transformación, finitud (muerte). Somos esclavos, y sin saberlo, de la vida[1], del movimiento. No hay un sentido trascendental a la vida, ni a la muerte. Nuestro sentido es cumplir una deseo que ni si quiera entendemos. No hay nada que descubrir. Por ello hay un sentido de angustia, por ello un vacio, pues no tenemos un motivo individual, ni siquiera colectivo; ni como especie, ni como ser vivo. Somos un instrumento, una creación hecha, como todas las creaciones, para servir, no para complacer.

Nuestras autoexigencias son vanas, la búsqueda del sentido a la vida también, la medicina: el peor error.

Nos creamos motivos; evadimos el vacio, lo intentamos llenar con ideas, a veces con orgullo, con distracción, con conocimiento, con lo que sea, pero siempre algo nos advierte lo falaz que es ese tapón de artificios.

Víctimas y victimarios somos los generadores del movimiento. Cuando nos engendran nos propinan, sin saberlo, a un terrible suplicio: la vida. Y obligados, con el deseo violento y recurrente sexual, condenamos a nuestros descendientes. Y tal vez cuidamos de los bebes por espiar nuestras penas. Tal vez el pecado sea el ser victimarios.

Yo no tengo muchas bases en qué apoyarme. Carezco de fuentes, de citas, de autores, de libros. Soy muy ignorante. Más tengo una memoria prodigiosa. Y deben saber que mi espíritu es el mismo desde que he salido de la uretra de mi padre; soy una extensión de él; y no sólo física, sino espiritual también.

Y recuerdo -aunque su nueva religión: la ciencia, o lo supuestamente lógico, o la realidad les ha hecho creer-, que yo recorrí amplios caminos acuosos y bizcosos y me movía sin saber porqué. Era una carrera en la que todos se dejaron vencer. Eran más listos que yo. Y entonces fui extensión de mi madre y de mi padre.

Yo ni pensé.

En las primeras semanas de gestación tuve tiempo para analizar qué era lo que había ocurrido, y hacia dónde me dirigía. Quise comprender y cuando al fin lo logre, lloré; dentro del vientre. Y eso confirma los ultrasonidos más avanzados que había en aquel tiempo, pues revelan un inusual gesto de dolor, de tristeza, de angustia en mi rostro fetal.

Con el tiempo, el lenguaje nos crea nuevas ideas; nos hacen creer que la vida es un regalo de Dios, o que es un misterio, o que cada quien tiene una misión, y miles de teorías más. Condenamos y nos condenamos engendrando. Tememos a la muerte, aunque es el escape al esclavismo continuo (claro está, si no engendramos).

Tal vez crean que soy muy pesimista, pero tal vez ustedes son muy optimistas e ingenuos, Tal vez crean que es una invención, pero tal vez su lenguaje ha hecho lo suyo.

Y en realidad sólo pueden creer.



[1] En cuanto escribí esto, me remití a la palabra “vide” (vacio en francés).

sábado, 21 de mayo de 2011

Ce que je fais

La littérature me sert à exprimer ce que j'imagine.
La photographie à montrer l'infinit du present, de mon present de mon monde.
La peinture à sortir de mes entrailles ce que je ne comprends pas, ce que je ne peux pas exprimer à travers la langue; ce poison qui angoisse mon existence.

miércoles, 6 de abril de 2011

A Ofelia:

Y hasta ahora la etimología de tu nombre tiene sentido para mí. Y el viento veloz de esta bizarra primavera me atraviesa, y aunque sé de su velocidad y frescura, no puedo sentirlo; y yo, desvanecido mientras mi supuesto cuerpo avanza y nada me percibo, y mis ojos miran sin saber yo que miro. El universo me está velado, yo estoy velado al universo. El macrocosmos ha perdido una ínfima parte de si, un insignificante microcosmos. Yo –aunque ese “yo” ahora esté en fuga, desaparecido, o destruido, y sólo lo pueda referir como concepto y no porque pueda sentir la existencia de ese” yo”-, me constriño de la epidermis a las entrañas y no hay salida fuera de la epidermis y no entra nada a mi cuerpo. Y ya soy un intruso para el cosmos, ya soy imperceptible para éste, ya soy olvidado, ya callo, ya no soy.

El cuerpo avanza y actúa y se mueve y habla y escucha y…pero toda acción que insinúe que hay un ser vivo no es sino una falacia, pues sólo hay conocimiento y memoria que reproducen las acciones que ese humano, cuando aún lo era, realizaba. Pues sé que debo hacer más no siento más y a mí nadie más me siente.

El cuerpo se agota, se acaba en si y duerme a causa de la exigua energía, pues no hay más algo que la habite, sólo un cerebro que mecánicamente manda ordenes a través del sistema nervioso. Y entonces descubro que ocurre en el moribundo y su muerte: Su ser abandona su cuerpo, no es más él, sólo un cuerpo con un cerebro que almacenó el lenguaje, recuerdos, y demás pero que ya no siente más; y si acaso hay dolor es porque las terminales nerviosas avisan al cerebro de tal acontecimiento físico. Pero ya no hay más sentimientos y el moribundo se vuelve apático le da lo mismo vivir o morir, come mientras puede, pues ya no es nada, sólo el cuerpo que habitó su ser en algún momento. Y sólo esperar, sólo esperar a que la mínima energía que ha quedado de su ser se agote completamente para morir. Y por eso este cuerpo se duerme pues ya no está mas su ser, o como más común se entiende: ya no está su alma, y es entonces que se agota todo el tiempo.

Tú, Ofelia, sabes donde se encuentra ese ser, esa ser que tal cuerpo no tiene más, esa alma que se extravió. ¡Debes encontrarla!, pues sino, gigi san va a morir, se le escapó el alma de noche y ya no vive; su cerebro sólo remeda lo que él era, pero ya no está, se fue. Mas sé que, si abrazas su cuerpo aunque hueco, y pones tu aliento en el suyo como cuando sus almas se mezclaban en ese acto afectivo y único, su alma regresará en busca de la tuya y le devolverás la vida a gigi san.

Ahora, Ofelia, entiendo tu etimología. Ahora sé que debo pronunciarlo y comprenderlo desde su origen: ¡Opheleia! Lo repito:¡ Opheleia, Ofelia! (Socorro, Ofelia).

No dejes que muera gigi san, prometieron que lo harían juntos y que sus almas regresarían a la de esos pajaritos que alguna vez fueron. TAP